La leyenda costarricense de la Llorona habla
de una muchacha que se llama María, en la versión más difundida, era campesina
y viajó a la ciudad de San José. Allí, comenzó a imitar las extravagantes
maneras de la aristocracia josefina, y al poco tiempo, quedó embarazada. Cerca
de nacer el niño (o niña, según algunas versiones) lo abortó y lo lanzó a un
río, o bien, fue un parto prematuro con el mismo desenlace.
Arrepentida, vagó por
todo el cauce del río en busca del niño que había asesinado. Se dice no sabe
que ya murió. Va errante y llorando a lo largo de ríos, lagos, lagunas o
incluso charcos, por cualquier lugar donde hay agua, persiguiendo al alma de su
hijo, pero cuando lo va a rescatar de las aguas, este desaparece.
Existen otras
versiones de la leyendas, pero todas coinciden con la causa del lamento de la
Llorona. Unas dicen que fue violada, otras no la sitúan en la ciudad, si no en
un poblado, y una incluso habla de que fue una mujer indígena de gran belleza,
llamada Tulirá, hija de un cacique huetar llamado Quezaro, rey de Pacacua. Con la
llegada de Juan Vázquez de
Coronado, y estando prometida al cacique Garabito,
el más poderoso rey huetar, esta mujer se enamoró de un soldado español de ese
gobernador, al que se unió a espaldas de su padre, pero éste, enterándose del
idilio, los sorprendió a ambos, entrando en combate a muerte con el español al
enterarse que su hija había tenido un niño. Ella, desesperada, habría arrojado
el niño a un río, o en otra versión, su padre lo habría lanzado, para luego
enloquecer y, tras ser maldecida por su padre, vagar por los ríos como el
espíritu en pena de la Llorona.
Cabe mencionar
también que entre los indígenas bribris existen leyendas previas a la llegada
de los españoles, como la de Sakabiali,
donde se habla de espíritus que habitan en los ríos y cascadas, que emiten
grandes lamentos cuando un niño va a morir, y que reciben el nombre de itsas, palabra que en el idioma bribri significa tanto llorona como tulevieja.
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