Cuenta la historia que la indígena Juana Pereira se
encontraba recogiendo trozos de leña junto un arroyo de la ciudad de Cartago,
en el centro de Costa Rica, cuando divisó la pequeña estatua posada en una
roca, que recogió y llevó a su casa.
Al buscarla al día siguiente, no logró encontrarla
donde la había dejado: milagrosamente, la imagen había vuelto a la roca donde
apareció por primera vez. Este suceso ocurrió luego en repetidas ocasiones,
incluso el cura párroco la guardó en el sagrario, cerrándolo con llave, y el
fenómeno volvió a ocurrir. La voz de la aparición corrió como pólvora por la
pequeña ciudad colonial y con el tiempo fue erigida una ermita en el sitio de
la aparición.
Actualmente se encuentra en ese lugar la Basílica
de los Ángeles, sitio de devoción y peregrinación para el pueblo católico tico
y centroamericano.
A la imagen se le conoce también como La
Negrita, debido a su coloración y a sus rasgos físicos indígenas.
Aproximadamente de la altura de una mano enhiesta, se puede apreciar a la
Virgen María con el Niño Jesús en el brazo izquierdo. La escultura no está pintada,
y el color de los materiales con los que está hecha (probablemente piedra
volcánica) destaca como un verde musgo oscuro-azulado.
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